miércoles, 24 de agosto de 2016

Hacia un acuerdo mundial en defensa del Trabajo

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Leemos
Con una población en constante crecimiento y con invenciones que, sin agotar una mucho más extensa lista, dieron lugar al ferrocarril, la industria automotriz y los televisores, dispositivos demandantes de vías férreas, rutas, autopistas y extensas redes expansivas de la energía eléctrica, los siglos XIX y XX ofrecieron oportunidades que excedían las ofertas de capital disponible para la inversión.

Timothy B. Lee no llega al extremo de sostener que en estas primeras décadas del siglo XXI se acabaron las oportunidades de inversión, pero con un crecimiento poblacional avanzando a menor velocidad y con novedades que no se caracterizan por ser capital intensivas, advierte que los ingresos de las grandes firmas globales se acumulan, sin ser redirigidos a nuevas creaciones tangibles. Uber, Airbnb y Google no necesitan fábricas, ya que sus negocios e ingresos no dependen de la producción de bienes materiales propios, de hecho los dos primeros ni siquiera poseen los automóviles y las casas que comercializan en sus plataformas.

¿Qué hacen, entonces, con los beneficios obtenidos los CEOs de estas firmas? Lo distribuyen entre ellos y los accionistas, en buena medida. El mundo del siglo XXI, asegura Lee, no carece de potenciales financistas, sí de oportunidades que los convoquen a invertir en general y de invertir en activos físicos en particular.
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Un estancamiento económico prolongado en el tiempo, conmovido por recurrentes recesiones, convive con abundancia de capital y de trabajadores desocupados no calificados en las actividades en boga. Las inversiones, cuando se concretan, son destinadas a rubros que contratan pocas personas a las que se les paga muy bien, que tienden a ahorrar buena parte de sus ingresos. O bien, retomando los casos de Uber y Airbnb, en nichos que no crean nuevos bienes (les dan nuevos usos), ni nuevos espacios laborales (sustituyen a trabajadores formales por “emprendedores” en las áreas de transporte y hotelería). La lentificación del crecimiento chino (otra “nueva normalidad”) alerta sobre los límites de los mercados emergentes para atraer esos capitales.
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En un orden gerenciado por CEOs que aprendieron a desconectarse de la economía real, con aptitud refleja para apropiarse de la mayor cantidad de renta posible, tal vez la mejor política pública para revertir el déficit de demanda que impacta en la economía mundial no pase por estímulos monetarios ni planes de infraestructuras o educativos, sino por fortalecer las organizaciones mandatarias de los hombres y las mujeres que hacen que las cosas se hagan y funcionen. Trabajadores, proletarios o laburantes, como se prefiera.
Fredes Castro
COMPLETO Aqui: http://fredescastro7.wixsite.com/shushwap/una-cuestion-de-poder

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